FUTURO






“Todo cuanto contemplas, aunque parezca estar fuera, está dentro, en tu imaginación, de la que esta vida finita es tan sólo una sombra.”
WILLIAM BLAKE


1

Evelyn Diamond despertó en una habitación extraña. Una pesadez en la cabeza, como si hubiese bebido la noche anterior, la tenía aturdida.

Un sensor se activó con sus movimientos, las mantas se recogieron, las persianas se plegaron y la luz solar ingresó. Una pantalla conducida por un brazo robótico se desplegó ante ella; el noticiero empezó un discurso monótono sobre la guerra en Oceanía, también dio información sobre mercados bursátiles y materias primas.

¿Qué era todo ello? ¿Dónde demonios estaba?

Al menos se encontraba más que cómoda en aquellas instalaciones, por lo que le pareció que no debía preocuparse. Un suculento desayuno apareció, haciendo gala de una avanzada tecnología.

Evelyn miró sus manos bonitas con cierto orgullo.

Pero, ¿dónde estaba Marlon?, ¿y su madre, con su obsesión por el orden? ¿Había ocurrido alguna especie de milagro y de repente había ascendido al cielo?

Aunque lejos de alas, nubes y aureolas, lo que veía era acabados de diseñador, tecnología de punta que combinaba muy bien con aquel estilo neoclásico.

La comida tenía cierto sabor químico aunque era agradable, las noticias las daba una dama de ojos rasgados con una voz robótica que invitaba al sueño: “El titanio bajo 35 puntos… el plutonio subió 12 puntos… Eurasia envió 3000 regimientos a Oceanía… 30 millones de soldados se debaten día y noche en un ambiente radioactivo… nuestro valeroso ejercito tomó uno de los principales hitos estratégicos para ganar la guerra…”

Debía de estar en un lugar altísimo, por los ventanales se veían otros edificios decapitados por las nubes. Distinguió ciertas actividades humanas en los edificios circundantes, aunque muy difusamente.

Al costado de la cama, un regulador con distintos lapsos de tiempo y un ostensible botón amarillo llamaron su atención.

¿Para qué servía aquel botón amarillo? ¿Un botón de pánico, tal vez? ¿Una alarma? Había indicaciones en chino, aunque Evelyn no entendía un ápice de aquellas figuritas enrevesadas.

Estaba claro que tenía que salir de la cama y averiguar dónde se encontraba, qué había sucedido. Estaba segura de que existía una explicación.

2
Las calles eran un conglomerado de edificios monstruosos; ventanales ahumados reflejaban otros edificios, creando un espejo infinito.

El sol calcinante la obligó a cruzar hacia la acera del frente; pero era tan fuerte el contraste de la luz, que Evelyn extendió la punta de su delicado piecito para comprobar si había piso, pues aquellas penumbras parecían ser las fauces de un enorme abismo.

Los establecimientos vacíos terminaron de confundirla. Tal vez, todo era un sueño… se pellizcó, y hasta se dio de cachetadas para despertar; pero el ardor le confirmó que aquello era real.

Lo que más le sorprendió fue la falta de vida en cualquiera de sus manifestaciones, no encontró un insecto, ni siquiera un árbol, musgo u hongo.

Era obvio que en aquella urbe vivían a mil por hora: los autos corrían violentos como si huyeran de un desastre nuclear, aunque iban hacia todas las direcciones en intrincadas autopistas.

El ritmo feroz de esta gente no le causó impresión alguna, pues conocía el temperamento del hombre moderno —corriendo siempre hacia cualquier lugar, con tal de mantenerse en movimiento.

Se tomó todo el tiempo del mundo para recorrer las calles y plazas.

La moda siempre había sido su debilidad, por lo que cuando llegó a aquella avenida saturada de tiendas, olvidó completamente que era ajena a aquel mundo y que debía concentrarse en investigar qué hacia allí.

Reflexionando en las nuevas posibilidades que se le abrían, y víctima de su ímpetu femenino, entró a curiosear en las galerías.

Dio unos grititos de placer ante los vestidos de corte futurista que encontró; la sedujeron los brillos robóticos y su soberbia elegancia.

Descubrió todo tipo de atuendos: chaquetas, bufandas, gafas de sol, zapatos, carteras, joyas… Era un sueño, el paraíso que había estado buscando desde que tenía uso de razón, y ahora casi se hincaba de rodillas, emocionada.

3
Los maniquíes parecían hechos de un material divino; no parecían maniquíes, sino ángeles, por decir lo menos. Eran seres con forma humana, pero su belleza perfecta los distinguía de inmediato, como una chica bella se distingue de un orangután.

Evelyn se quedó prendada de uno de estos maniquíes; mirando en la profundidad de sus ojos tuvo la sensación de que aquella gente vivía en un tiempo mucho más dilatado, como si ella fuera un ratón atrapado entre los laberintos inescrutables de una fracción de segundo, tiempo en el que podía hacer y deshacer a su gusto.

No le quedó claro, después de haber besado y acariciado el cuerpo de aquel ángel indefenso en su eternidad, si se trataba de un chico o de una chica, pues era “él” si uno lo pensaba así, y “ella” si uno pensaba lo contrario, ¡qué dilema!

Se rio consigo misma por sus excentricidades; salió del lugar luciendo un conjunto amarillo limón; y un adorable zapatito de piel de lagarto asomó por debajo del vestido, orlado con diamantes.

Evelyn era bonita por naturaleza, quizás un poco delgada, pero esto no era de gran importancia considerando que era apenas una quinceañera.

Un impulso la alentó a ir calle abajo, la tarde moría y era placentero caminar así, como envuelta en cenizas.

Su mente era una cuadriga de caballos blancos y negros. El zumbido de los autos se hizo más espeso en sus oídos. A su modo, ella también iba a toda velocidad en sus pensamientos, expectativas, temores y esperanzas. El tiempo empezó a desconfigurarse como una burbuja que se deforma, se ensancha y luego explota.

Y ahora, ¿qué se supone que haría?, los faros de la ciudad se encendieron, aunque ni falta hacía por la cantidad de anuncios de neón que fulguraban, era el colmo. Aunque también era de algún modo divertido ver aquel singular despliegue.

CONTINUARÁ…

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