Oleaje Anómalo



I.- Mar, Luna y Cocaína.-


La cara de Valkyria se retorcía de una manera grotesca, la espuma se le acumulaba en las comisuras, el cabello se le erizaba, los ojos se le desorbitaban y vociferaba con violencia. Parecía la extensión del mar convulso, que frente a nosotros azotaba las peñas negras, tan negras e intrincadas como mis pensamientos.

Y allí estaba yo, frente a Valkyria y al mar agitado por una luna palidísima y enorme, como un cerebro destapado, mirado desde arriba. Kasparov y Turgueniev, los perros de Val, jugaban en la arena húmeda, con algo informe y repulsivo.

No podía más con ese tren de imágenes, con los intensos olores salinos y los estruendos guturales. Le di un fuerte jalón al polvo blanco, y me apacigüé como un fuego que termina de consumirse. Escuche bramar a Valkyria:

-….Por ejemplo, ¡tu adorada Mafer y las estúpidas de sus amigas!, muy bonitas y todo, pero qué tienen en la cabeza?, mira que dejarte por un futbolista… ¡otro hueco como ellas!

Yo empecé a prestarle atención, imaginando que estaba en un juicio y que ella era mi genial abogada.

-¡otro hueco! -repitió con énfasis. -qué ideas interesantes puede tener ese tipo?

La droga me hacía mirarla como a una aparición, y el cuerpo me temblaba sin poder evitarlo.

-Es verdad que los medios nos inoculan la idea de que se es lo que se aparenta físicamente… pero, ¡qué estupidez! -estallaba de pronto y yo saltaba sentado sobre la roca. -¿de qué sirve tanta belleza, con el cerebro lleno de mierda?

Estaba roja de ira; el mar, de tanto en tanto, nos azotaba con su látigo de púas heladas.

Yo pensaba que ¿qué me importaba si Mafer era brillante o no?, si lo único que yo quería era contemplarla, adorarla, ¡poseerla! Era preciosa, y eso era todo lo que se necesitaba.

¿O acaso un cristiano va al altar esperando disertar sobre filosofía con el cristo crucificado? No! Simplemente va y lo adora, se somete a aquel ídolo, esto lo complace y lo santifica: el placer, sea del tipo que sea, está en uno mismo, y cada uno lo enciende del modo que más lo satisface. Pero Valkyria estaba tan alterada que no me atreví a contradecirla.

Le temblaban las manos y el trago se le escurría de la boca. Necesitaba bajarse con alcohol toda la coca que se había metido.



A mí, el efecto me hacía insistir en mis secretas reflexiones: Mafer para mí era como dios para un místico: mediante la creencia en dios el místico alcanza el nirvana, y ese era el quid del asunto; ¿qué mierda importaba si dios existía o no?, el asunto era llegar al nirvana.

Val inhalaba del pomo, y quise decirle lo que pensaba, pero ella volvía a arremeter, a atropellarme con su verborrea. Turgueniev y Kasparov corrían ladrando cerca de nosotros, jugando con aquella masa informe que me daba escalofríos; “¿con qué diablos juegan?”, volví a pensar.

El mar y la saliva de Valkyria me salpicaron en la cara:

-¡Entre esta gente estúpida no vale la pena vivir!

No podía soportarlo más, necesitaba otra dosis. Esta vez aspiré por cada fosa nasal. Me sentí como en otro planeta. Si el nirvana existía debía parecerse mucho a esta sensación.

A pesar de que val chillaba, y el mar bullía como un caldero infernal, ya nada me afectaba. Era como estar en el cine, ante una escena violenta, con el fondo musical de algún nocturno de Chopin, o algo por el estilo.

Me pregunté, qué demonios hacia allí con la loca de Val, cuando debía estar en esos momentos, retozando con Mafer.


II.- Enamorado de Mafer.-


El paisaje se disolvió frente a mí, y en su lugar, vi los profundos ojos de Mafer como un mar de caramelo en el que yo navegaba. Ya no estaba allí, en la orilla del mar junto a Valkyria, sino frente a Mafer, unas horas antes, en la fiesta de promo…

Le sujetaba las manos mientras bailábamos, eran unas manos suaves, blancas y tersas, medianas, casi pequeñas, tibias y adorables. Si no se hubiese visto ridículo, me hubiera hincado de rodillas solo para besárselas.

Recordé lo que una vez dijo el gordo Arismendi, “si quieres saber como tiene la chucha una hembrita, fijate en sus manos, las manos son el fiel reflejo de la vulva; si las tiene bien cuidadas, provecho! Y si no, pues será mejor que compres penicilina!”, y se reía.

El gordo sabía mucho de esas cosas, también decía, “y si quieres tirarte a una fresa, antes de insinuarte primero tienes que remojarle la rana...”, y se reía borracho.

Asocié esa idea con las manos de Mafer; y la espada que tenia incrustada en el pecho por haberla perdido se me hundió hasta el fondo, “era la chica perfecta”, me lamenté.



Val gesticulaba levantando los brazos. Me fijé en sus manos desgajadas, deshilachadas, sucias y regordetas. Me dio cierta repugnancia. Escuché que decía algo sobre la televisión basura y las tetas. Lo cual me devolvió a la fiesta:

-¡Uy no! ¡Esa canción me encanta! -dijo Mafer, - la escuché el año pasado en Cusco… ¡Vamos a bailar!

-Pero yo no bailo…

-Vamos, vamos, vamos! - dijo, dando pequeños saltitos, entusiasmada. No pude evitar mirarle los senos, se balanceaban como dos jugosos mangos dentro de su vestido amarillo. Ella se dio cuenta y sonrió tímida y coqueta a la vez.

-ya pueeeees, vaaaaamos….. -me rogó alargando las palabras, con una vocesita de niña engreída.

Mientras bailábamos, yo estaba como hechizado, ella me sonreía y los ojos le destellaban.


III.- Conociendo a Valkyria.-


Val me alcanzó la botella, y volví a la realidad de nuestro pequeño infierno. Ahora estaba callada, miraba al horizonte como perdida en recuerdos lejanos, lo supuse así porque me pareció que sus ojos habían adquirido cierto brillo.

Recordé cuando la conocí hace tres años, en segundo de secundaria. El padre dios dado nos sentó juntos. Ni siquiera nos mirábamos, ¡eramos tan diferentes! Yo era el típico chico popular (un imbécil); ella, blanquísima, tímida, chancona y gorda.

Al tercer día, vi que leía un libro que no era de la escuela y sin pensarlo le pregunté: “qué lees?”. Me extendió el libro con desdén, como quien hace una concesión a un niño o a un animal. Se sorprendió cuando yo exclamé sorprendido: “¡un ejemplar de las mil y una noches… y de Weis!, ¡Genial!”.

Entonces ella que nunca mostraba emoción alguna, sonrió. Y desde ese momento nos hicimos amigos.



Las imágenes sobre Valkyria se agolparon en mi mente, mezclándose con mi ansiedad. Me vi bailando con Mafer, y luego conversando sobre su perro…

-Estuve muy triste desde que Spucky desapareció, no te imaginas el amor que uno puede llegar a sentir por una mascota -dijo suspirando.

-¿Y no te gustaría adoptar un gatito?

-¡NO, NI MUERTA! -exclamo Mafer, asustada. -Hace dos años, cuando llegaba a mi casa, se me cruzó un gato negro, no le di importancia, pero cuando entré, encontré a todos desolados... ¡había muerto mi abuela, de un momento a otro!… los gatos son del diablo… -dijo, adoptando un aire severo. -Por cierto, no ha venido tu amiga, la chica de los gatos, ¿no?

-¿Valkyria?, no sé, no la he visto.

-¿Es bien rara, no?

-Jaja, puede ser… pero es buenísima gente, te lo puedo asegurar.

-¿y como así se hicieron amigos?

-una temporada nos sentaron juntos, y me ayudo un montón con los cursos, y todo eso…

-¡ah ya, con razón! -dijo Mafer, y mientras reía, su linda naricita respingada se arrugaba.


IV.- Mi historia con Mafer.-


Mis pensamientos volvieron a Mafer... Había esperado demasiado tiempo para “caerle”, para decirle que esté conmigo. Se supone que se lo diría en la fogata de la playa, después de la fiesta de promo.

Hasta ese momento, en la fiesta, todo iba bien, Mafer no se despegaba de mi lado, a pesar de que sus amigas bailaban en su grupito, se tomaban fotos y se retocaban el maquillaje.

-Son una vanidosas -me dijo con la expresión de una madre que cuenta la travesura de su hijo; -pero las quiero muchísimo!... son como mis hermanas.

Se estrechó a mi brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Nada podía echar a perder mi felicidad.

Mientras bailábamos alguien la tomo del hombro, por detrás. Era María Grazia, su mejor amiga; sus rulos pelirrojos resaltaban sus afiladas facciones. Le cuchicheó algo a Mafer, y rieron.

-Ahorita vengo -me dijo Mafer. Y se dejó arrastrar del brazo, por su amiga.

Fui por un refresco para que mi corazón desacelere. Estaba nervioso, nervioso y feliz…



Conocía a Mafer desde los nueve años, yo era nuevo en el Santa María Eufrasia, era la hora del recreo y me sentía miserable.

Una chica de largas trenzas cobrizas se me acercó con curiosidad, dejando un rato el juego con sus amigos.

-¡Hola!, ¿qué haces?, ¿cómo te llamas?

-Piero.

-Piero, ven a jugar con nosotros -me dijo y gritó a sus amigos a lo lejos, mientras se disponía a volver a corretear:

-¡Chicos, él también juega… se llama Piero! -y reanudó la carrera.

-¿Como te llamas? -le pregunté corriendo tras ella.

-Maria Fernanda, pero todos me dicen Mafer! -me dijo con una dulce sonrisa. Me quedé parado mirando como sus trenzas se balanceaban graciosamente contra su cuerpo flaco.


Un par de años después, en la casa de retiro del colegio, la encontré en la ducha del patio, donde nos enjuagábamos luego de salir del mar; sin decirme nada, me dio un beso increíble, el beso más rico que alguien me ha dado. El cabello ensortijado y mojado le caía esplendido sobre la ropa de baño blanca con rayas negras.

Aquellos días caminábamos por la arena cogidos de la mano cuando íbamos a comprar el pan, con miedo de que alguien nos descubra, el sol lo teñía todo de oro, el mar se encrespaba mágico a nuestro lado, y era como caminar en un sueño…

Esa relación de enamoraditos terminó en una pelea de varios meses. Cuando nos reconciliamos juramos que no volveríamos a arruinar nuestra amistad enamorándonos.



El año siguiente, al volver de unas largas vacaciones, la volví a ver: ¡era otra!, se había desarrollado y había adquirido poses de mujer. Las largas trenzas habían desaparecido, llevaba cerquillo y el cabello lacio a la altura de los hombros. Quedé alucinado.

Supongo que yo también había cambiado pues cuando pasaba cerca a ella, sus amigas le daban codazos, se reían y Mafer se ponía colorada.

Así habíamos pasado los últimos años, deseándonos. Hasta que entró una chica nueva al colegio, muy guapa, Jazmín, y estuve con ella.

Para entonces, Mafer entró a la selección de voley, pasaba todo el tiempo en las canchas. Me acerqué de nuevo a ella (terminé con jazmín, que se fijaba más en el espejo que en mí), volvimos a ser inseparables, y por eso mismo no me atrevía a decirle para estar, no quería perderla.

Hasta que llegó el día de la fiesta de promo. Y ahora, estaba allí, tomando un refresco de limón para calmar mi ansiedad. Ella estaba increíble, y nada me detendría esta vez.


V.- ¡No debí Herirla!-



¿Qué era lo peor que podía pasar? ¡Exacto!

Mientras vigilaba la puerta principal aguardando el retorno de Mafer, vi entrar a Valkyria, desgarbada, como si fuera a jugar fulbito y no a una fiesta de gala, traía una inmensa mochila de jean sucio.

Buscaba a alguien, las chicas se apartaban a su paso, y se reían tras ella. Y ella, como en otro mundo, como quien camina en la luna.

-¡Sabía que te encontraría aquí!, ¿te has peinado, no? -intentó bromear; los otros nos miraban.

-¿Quieres un refresco? -le dije, un tanto incómodo, y giré para servirle uno.

-No -me dijo, aceptándolo. -Te traje lo que te prometí -añadió con misterio, ufana.

Yo miraba la puerta, a unos cien metros, rezando para que Mafer se demore. Valkyria entreabrió su mochila y me mostró tres gatitos, cada uno más lindo que el otro.

-Este es para ti, es el más bonito y el más inteligente -explicó, - pero también traje a sus hermanos, por si tu querías elegir otro -estaba con una sonrisa radiante.

A lo lejos, entre la gente que bailaba, vi a Mafer entrar conversando con María Grazia, dirigiéndose hacia mí. No podía verme en esa situación ridícula, con los gatos que ella odiaba y con la “rara” de mi amiga. Y Val no entendía razones, indirectas, no se iba a ir hasta aceptarle al dichoso gato.

La mandé al diablo. Se fue desconcertada, creo que quería llorar.


-Oye Piero, creo que me crucé con tu amiga Valkyria… la viste?

-No…

Mafer me envolvió con su linda sonrisa de nuevo, y esta actuó como un bálsamo en mi contrariado corazón. Y caí nuevamente bajo su encanto.


VI.- El cumple de Val.-



El asunto de regalarme un gato había comenzado unos meses antes, el día de su cumpleaños, cuando la encontré llorando en su casa...

A)EXTRAÑOS DESCUBRIMIENTOS:

Aquel viernes por la noche, me llamó Javicho. Estaba con Catalina, me dijo que le pasarían la voz a su prima para salir los cuatro a bailar, le dije que tal vez otro día, que estaba desanimado. Pensaba pasar un rato a la fiesta de Val, llevarle el regalo que le había comprado, saludarla por su cumple, y retirarme a dormir.

Cuando llegué a la casa de Val, encontré un silencio sepulcral. La empleada salió con expresión de velorio:

-¡Qué bueno que ha venido, joven Piero! La señorita esta encerrada en su habitación y no quiere bajar… me parece que no se encuentra bien… a usted le va a hacer caso, joven, suba y hable con ella -me dijo Clotilde entre asustada y triste.

-Ok Clotilde, no te preocupes, voy a ver qué sucede. -Clotilde miró la sala como diciéndome que era evidente: todo estaba dispuesto para una gran fiesta, pero nadie había ido.

-Qué bueno que ha venido joven… -susurró para ella misma, mientras se retiraba a la cocina.


En el tercer piso, todo estaba oscuro, fui al fondo del pasillo hacia el cuarto de Val -sus padres siempre estaban de viaje-. Sonaba una canción industrial, creo que era Nine Inch Nails. La puerta estaba entornada.

-¡Val! -llamé, tratando de ver en la oscuridad de aquella espaciosa y confortable habitación… no hubo respuesta. Di unos pasos en la oscuridad, la música martillaba:

“...I just made you up
To hurt myself
I just made you up
To hurt myself
I just made you up
To hurt myself
And it worked
Yes it did...”

-Val! -grité, dejando mi chaqueta sobre el sofá.

La percibí en un rincón, sentada en el piso, me pareció que sollozaba abrazando a Frida, su inseparable gata. Bajó el volumen con el control remoto.

-¿Piero, eres tú? -dijo con una voz que sonaba como vidrios quebrándose.

-Sí Val, soy yo… ¿qué pasa?

-Nada!... Espérame abajo, en un ratito estoy contigo.

-De acuerdo -dije, y bajé sintiendo que el corazón se me hacia añicos… “¿qué hago?”

Se me ocurrió llamar a Javier:

-Javicho, ¿en que andas?… sí pues, al final me animé. Oye hay una reunión en casa de mi amiga Valkyria… sí la gordita, Valkyria Leverkuhn...



A los cinco minutos, Valkyria bajo. Tenía los ojos hinchados y la nariz irritada. Estaba pálida como un muerto recién sacado de la tumba. Trató inútilmente de esbozarme una sonrisa, traía a Frida en el brazo derecho.

-Piero… gracias por venir… lo que pasa es que estoy un poco indispuesta… -me dijo desde la primera grada de la escalera.

-¿Cómo no iba a venir, pues? -la abracé y le di el regalo. -ojalá te guste, ¡feliz cumple! -ahora sí pudo sonreír, se acercó al mueble, dejó a Frida sobre él, como si se tratase de un objeto sagrado, y abrió el regalo…

Sus ojos cobraron vida y se iluminaron…

-que lindo! Hace tiempo quería uno de estos!… gracias! -dijo, y saltó a abrazarme. -Au! -dijo, cogiéndose la muñeca. -no es nada, agregó luego.

Clotilde salió de la cocina, con bocadillos y refrescos en una bandeja. Seguramente había estado espiándonos tras la puerta giratoria.

-Clo! -dijo val, mostrando en alto el regalo. -¡Mira lo que me trajo piero!, ¿no es súper lindo?

Clotilde sonrió con ternura, y un enorme pesar pareció abandonarla de pronto.

-Cierto, muy lindo, señorita Valkyria. -Prendió el equipo de música y bajó la intensidad de la luz. El ambiente quedó relajado.


Nos comimos los bocadillos mientras hablábamos sobre nimiedades. Al terminar val me dijo:

-Piero, tampoco te quiero retener, seguro tienes otros planes… en verdad no me importa que los chicos no hayan venido -y paseó la mirada por la decoración festiva. -tal vez no llegaron las invitaciones… -dijo, bajando la voz y mordiéndose las uñas.

Se quedó en silencio. -...En verdad no me importa! Lo único que importa es que tu estas aquí… puedes irte tranquilo, ya me siento mejor -pero su mirada rogaba que no me marche, y cierto brillo lacrimal asomó en sus ojos.

-¡Nada de eso, mujer!, si yo he venido a pasarla en grande… además, he visto que el bar está bien surtido…

-Jajaja, ¡cuándo no tú!… -me miró feliz.


-¿Te acuerdas de esa obra sobre cristo que escribimos juntos el año pasado, y que cuando la íbamos a representar, el actor se torció el tobillo, y tú tuviste que salir a actuar?

-¡Claro!, tenía que salir semidesnudo ante cientos de escolares de todo el país, y me moría de la vergüenza…

-¡Sí! ¡Jajaja!, te tomaste media botella de anisado, que no se de donde salió, y cuando saliste cargando la cruz, tambaleándote, parecía tan real!, ja!... todo el mundo comentaba que eras un actor genialísimo… ¡y al final llovieron los aplausos!

Nos reíamos a pierna suelta cuando tocaron el timbre.

-¿Quién podrá ser? - se preguntó val, desconcertada.



Javier entró con la actitud indiferente que lo caracteriza, pero cuando se dio cuenta de la situación, se mostró amable y atento. Catalina pareció no darse cuenta de nada, siempre sonriente y efusiva. Traían unos vinos.

-Yo te conozco de alguna parte… -le dijo a Val, entrecerrando los ojos, después de felicitarla por su cumpleaños. -¡ah! ¡Ya me acorde!, de “Ayudemos a los Gatos”, de la campaña que hicieron en Barranco… ¡jaja! Yo también estuve allí, había un montón de gente… recuerdo que tu me inscribiste. ¡Qué gusto encontrarte de nuevo!

Val rió con cierta timidez.

-Sí pues, los gatos son los seres mas extraordinarios del planeta -dijo totalmente convencida.

-¡Sí! Sobre todo si los comparamos con los hombres, ¡qué son unos perros! -dijo Cata, mirando con suspicacia a Javier, que adoptó expresión de inocencia.

-¡Pero si los perritos también son lo máximo! -exclamo val. Un segundo después se dio cuenta, y nos reímos.


Val y Cata fueron a la cocina a servir las bebidas y los piqueos, pues Clotilde se había ido a dormir. Una corriente de aire frío me impulsó al la habitación de Valkyria, por mi chaqueta. Subí, prendí la luz, y vi sobre la mesa de noche, vendas, algodones ensangrentados, gasas, y una reluciente navaja.

-¡Piero! -me sobresaltó la voz de Valkyria detrás de mí. -¿Qué haces aquí?

-Vine por mi chaqueta… oye...¿y eso? -le pregunté señalando el sangriento hallazgo. Val miró a otro lado y se llevó las uñas a la boca.

-Este… lo que pasa es que… lo que pasa es que Frida me arañó accidentalmente…

-Ah! -dije, sin convencerme, -¿pero estás bien? Déjame ver.

-¡Sí! ¡No te preocupes! -dijo, como quien espanta una mosca. -¡Estoy súper bien!, y además muy contenta de que hayas venido, y de que hayas invitado a Javi y a Cata… ¿sabes? Cata me ha caído muy bien! Es súper linda e inteligente… deberías conseguirte una así y no andar tras la insípida de Mafer! -la miré aparentando odio. Se rió victoriosa, me cogió del brazo y bajamos.

Nos pasamos la noche entre vino y vino, conversando sobre temas variopintos.


B) ¿DIMENSIONES PARALELAS? ¿DIOS? JAVICHO EXPLICA SU TEORÍA:




-...Lo que sucede es que todo es relativo, y todo ocurre a la vez. Por eso no deberíamos preocuparnos mucho, lo que tiene que pasar pasará y punto.

-¿Cómo es eso?

-Te explico. Según la teoría de las cuerdas, existen varias dimensiones superpuestas, donde todo ocurre. Como lo grafica Borges en “el jardín de los senderos que se bifurcan”: en una de esas dimensiones yo soy tu amigo, en otra, tu enemigo, y en otra no nos conocemos, etc. Pero a mi modo de ver, es como sigue:

Todos nosotros somos la misma persona, el mismo ente (llamémosle "Dios"). Dios, para existir eternamente necesita regenerarse a cada instante, y para ello, de un suceso desglosa infinitas variaciones, y cada una de esas variaciones a su vez se desglosan en otras muchas variaciones, y así, hasta el infinito… He ahí la eternidad de Dios: solo es posible recorriendo cada camino, cada posibilidad, cada opción.

Entonces todo existe, todas las posibilidades existen, cada una en una dimensión diferente. Pero al fin y al cabo, todas ellas son solamente corpúsculos del gran fuego astral de aquel ente, que por fines prácticos, hemos llamado Dios.

En conclusión, es absurdo preocuparse, solo nos queda contemplar la paradoja que es la existencia. Por eso los hindúes dicen que vivimos en “maya”, en la ilusión; y Calderón de la Barca afirma que toda la vida es sueño; y los sueños, sueños son. -me miró sonriente, satisfecho de su gran genio, y secó su copa.



-Está loquito pero lo quiero -dijo Catalina, condescendiente, y lo besó en la comisura.

-Déjame ver si te he entendido -dije con ánimo de molestarlo. - O sea que si todos somos distintas versiones del mismo ente, sería muy normal que, de repente, un día de estos, sea yo el que esté con Catalina, y no tú… -Cata me sonrió, coqueta.

-Claro, tan normal como que, de repente, un día de estos amanezcas degollado en la playa… -dijo abrazando a Catalina. Valkyria estaba entretenida haciéndole quecos a Frida, como a un bebé. -...o como que, de repente, Val asesine a su gata… -agregó, mirándola con ironía.

Valkyria al escuchar su nombre, salió de abstracción.

-¿Qué? -sonrió interrogativa, y nos echamos a reír.


Cuando nos dimos cuenta, el amanecer estaba sobre nosotros. Val seguía con Frida en el regazo.

-Se nota que te quiere mucho -le dijo Cata, -la mía estaría bien metida en mi cama... es un poco egoísta… mejor dicho: ¡le llego altamente!

-Los gatitos son lo máximo, cuando te sientes mal, vienen a ti, te miman y ronronean, como si quisieran consolarte…

-Tal vez Piero necesita un gato -sugirió Javicho, -anda un poco en las nubes, últimamente…

-¿Te gustaría? -se animó Val.

-¿Por qué no? Dije, viendo la conexión que había entre Valkyria y Frida.

-¡Piero! No sabes! Val tiene razón, ¡los gatitos son lo máximo! -dijo Cata.

-En unos meses habrá una campaña de adopción, te conseguiré uno lindísimo! -me prometió Valkyria, con su sonrisa pura, sincera.

-Esperaré expectante…


y así fue como sucedió lo del gato…


Y ahora estaba en la fiesta de promo, retorciéndome como un gusano, por haber herido los nobles sentimientos de mi amiga. Aunque por Mafer… ¡cualquier cosa! ...ya tendría la oportunidad de congraciarme con Valkyria…


VII.- La Figura Solitaria en la Playa.-



Sí, era eso, val no me había perdonado, por eso había reaccionado así, por eso se estaba autodestruyendo, por eso la había encontrado sola, lejos, en la oscuridad de la playa, al amparo de la luna.

Fue después de descubrir a Mafer haciendo aquello, que me emborraché y decidí apartarme del grupo. La luna cubría la playa con un brillo metálico. Caminaba sumido en mi desventura hacia las peñas, cuando distinguí en ellas una figura oscura, solitaria.

Me pregunté quien seria aquella persona, tan ajena al jolgorio de la fogata. Cuando estuve cerca vi que acariciaba a un gatito en su regazo. Un par de perros corrieron hacia mi, ladrándome.

Una voz cruda que no reconocí de inmediato llamó a los perros. Cuando me acerqué a Valkyria, la noté fría, tensa, como si de un momento a otro fuera a estallar. Sus ojos estaban cargados como plomos, y sus labios, secos y retraídos.

Al saludarla, noté la dureza de su rostro, su boca apenas se abrió en un gruñido, y me saludó con una voz estentórea. Tal vez fue la profunda embriaguez en la que estaba sumido, pero aquella voz distorsionada me dio miedo.

-¡Valkyria! -le dije, y sus ojos densos se clavaron en mi. No pude soportar su mirada. -¿Qué haces? -intenté de nuevo.

-Juego un juego -dijo con placidez mórbida, regocijándose en la repetición de palabras. -¿Quieres jugar? -su mueca horrenda, su cara pétrea y sus ojos de carbón, se incendiaron como ascuas, y me abrasaron en su infierno.

En ese momento se llevó un pequeño espray a la nariz, y aspiró con fuerza.

-¿Qué es eso?… ¿y qué fue de los otros dos gatitos? -le pregunté para hacer conversación. Ella solo gruño con desdén.

-¿Y qué pasó con Mafer?, pensé que estarían juntos.

Tanteé en mi bolsillo, hace rato que se me había acabado el trago. No supe que responder, y solo atiné a balbucear, pero mis ojos se empañaron y sentí cómo la luna se reflejaba en mi mirada vidriosa.

Valkyria me escudriñó. Me ofreció el pomito de polvo blanco, el espray, y siguiendo sus indicaciones, lo aspiré.

Sentí un ardor en las fosas nasales que me trepó hasta el cerebro, como si me hubiesen refregado con lejía el interior del cráneo. Luego sentí una paz perturbadora, y una sonrisa boba se instaló en mi rostro.

Ella también sonrió con una mueca horrible. Nos quedamos en silencio mirando el regurgitar de las olas, viendo como iba subiendo la marea, fumando cigarro tras cigarro, y pasándonos el pomito de rato en rato.

Las nubes ahora cubrían parcialmente la luna, se acercaba una tormenta, y bebíamos un licor horrible que ella tenía. Nos exaltamos conversando, hasta que me desconecté de ello, estaba súper intoxicado. Rememoré mi día, mi desgraciado día. Para entonces, val estaba como posesa, hablaba hasta por los codos. Nunca la había visto tan trastornada.

Yo estaba callado, pensativo, luego ella también calló. El tiempo se condensaba, se comprimía, y nosotros dos, sin poder hablar ni movernos por la rigidez de nuestros cuerpos. Sentía los dientes como rocas.

Entonces pensé en el futbolista, en cómo todo se me había escapado de las manos…


VIII.- El Futbolista.-



Tenía cogida de la cintura a Mafer -habían oscurecido las luces para bailar una balada-, ella enlazaba sus manos detrás de mi cuello, estábamos muy pegados, amparados en aquella oscuridad. Pensé que no necesitaría llegar a la fogata, la besaría allí mismo.

Ella levantaba el mentón ofreciéndome los labios entreabiertos, con los ojos cerrados. Acerqué mis labios a los suyos, la música se detuvo de golpe, y las luces se encendieron como si cada una de ellas fuese un sol mas fuerte que el real.

Todos en la fiesta nos quedamos congelados, como si nos hubiesen convertido en piedra.

Una marcha triunfal sonó medio minuto después, y la voz del padre dios dado se escuchó por los altavoces. Había adoptado el tono de narrador de fútbol. Se le escuchaba contentísimo.

La selección del colegio, mientras nosotros estábamos en la fiesta, había ganado el campeonato interescolar, el primer puesto de treinta colegios. El goleador absoluto: Enzo Rimacci.

Mafer abrió los ojos y me miró como quien despierta de un sueño. Luego de la noticia, todo el mundo festejaba. Yo estaba aturdido, sin atinar a nada. Aparecieron las amigas de Mafer y la arrancaron de mis brazos. Ella se dejo llevar, y me lanzó una mirada como quien se despide de un moribundo.

La marcha me bombardeaba los oídos, las luces me cegaban y me latían las sienes. Vi entrar como un ejército libertador al equipo de futbol. El tal rimacci llevaba en alto una enorme copa, tan brillante como sus dientes; y detrás de él, desfilaban los otros campeones, cubiertos de sudor, con el uniforme guinda del colegio.

El padre dios dado revoloteaba entre ellos, como si la victoria fuese suya.

Minutos después, las amigas de Mafer rodeaban al capitán, al goleador, y empujaban a Mafer contra él. Ella sonreía avergonzada. La perdí de vista.



Era hora de ir en caravana a la playa. Mis amigos al verme solo, se unieron a mi con sus enamoradas, y en medio de ellos, me deje llevar hasta la fogata. Acababa de oscurecer pero la luna estaba inmensa.

Me pasaron una copa de champaña, tomé una tras otra mientras buscaba con la mirada, en la débil penumbra, a Mafer.

No estaba por ningún lado, al menos entre los que estaban alrededor de la fogata, unos treinta chicos. Caminé desilusionado hacia la playa, escuché unos ruiditos como de gatos, cerca de la orilla. Me acerqué lentamente. Entonces encontré ante mis pies el vestido amarillo de Mafer.

Y más allá, en la arena mojada, la vi desnuda, sentada sobre el futbolista, meneándose, alborotada, disfrutando…



Sin duda ese fue el mejor gol que este rimacci había hecho en todo el campeonato, lo peor de todo fue que yo había sido el portero del equipo perdedor, y la pelota -un cañonazo-, me había dado en los huevos y había entrado, conmigo y todo, en el arco.

Todo se me nubló, me mareé, tuve arcadas, me flaquearon las piernas, sudé frio, me puse pálido, exhalé como quien se ahoga y sale a flote, todo al mismo tiempo. Necesitaba un trago, algo fuerte.

Volví a la fogata, Javier me consiguió una botella de "Jack Daniels", tomó conmigo un par de tragos, luego vino catalina y se lo llevó a bailar. “Vamos”, me llamaron; “ya voy”, les dije.

Me quedé con la botella dorada y caminé hacia el otro extremo de la playa, paralelo a la orilla. Cada paso y cada trago era como caer en un nuevo abismo, uno mas hondo y oscuro que el anterior. Fue entonces, cuando ya estando borracho, encontré a Valkyria…


IX.- La Última Dosis.-



Necesitaba otra dosis de aquel polvo mágico, pero el pomo ahora se hallaba vacío, empecé a sentirme ansioso, descolocado, enfermo. Necesitaba hacer algo pero no sabía qué. El cielo estaba cargado de nubes negras, de un momento a otro llovería a raudales, y quise irme.

Por un momento pensé en saltar del muelle, morirme.

Valkyria me vio inquieto, y me dijo con expresión lunática:

-¿Quieres ver como lo lamen?

-¿Qué cosa? -le dije.

Ya casi no se veía, la luna estaba velada por espesas nubes.

Sacó algo de su bolsillo y con gran destreza hizo un movimiento rápido, violento. En ese momento algo rodó hacia mis pies, mientras que ella sostenía algo en alto, algo así como otra copa futbolística, sin embargo, esta chorreaba un liquido espeso.

No entendía qué estaba pasando.

La luna volvió a brillar, y como un inmenso dedo acusador, señalo a Valkyria, que tenía una relampagueante navaja en la mano derecha, y en la otra, el cuerpo del pequeño minino decapitado. La sangre negra chorreaba por el brazo blanquísimo, regordete, y lleno de tajos de Valkyria.

-¡Mira como lo lamen! -me dijo, con insana expresión.

Los perros lamían con fruición la cabeza rebanada del gatito. Entonces comprendí qué eran las pelotas con las que habían estado jugando toda la noche.

El cielo se había infestado de nubarrones amoratados. Daban la impresión de ser un ejercito de bichos enormes con sanguinolentos vientres, reptando hacia nosotros.

Valkyria seguía hipnotizada ante semejante espectáculo. La navaja desnuda brillaba en su puño. Entonces reaccioné.

-Ahora vuelvo -dije. No pareció escucharme.

Huí de allí tambaleándome, caminando a ciegas. Detrás de mí, las cucarachas del cielo empezaron a reventar una a una, hasta embarrarme la cara con su sangre negra.




*FIN*

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